No me importa que no puedas hacerme un puente, de esos elegantes, con cabezas de león y nombres de persona.
No me importa que no puedas hacerme una escultura. Que la arcilla permanezca inerte en tus manos, sin posibilidad de volverse la forma de un contenido sublime.
No me importa que no puedas hacerme una oda. Después de todo, yo tampoco puedo hacértelas.
Lo que sí me importa es que no dejes de hacerme el amor. Así, así las odas vendrán solas.
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